dióxido de carbono en la atmósfera

Dióxido de carbono en la atmósfera: una señal crítica y el rol del sector empresarial

El dióxido de carbono en la atmósfera acaba de alcanzar un nuevo récord histórico: más de 430 partes por millón (ppm), según informaron el Instituto Scripps de Oceanografía y la NOAA en mayo de 2025.

Esta cifra representa un aumento de más de 3 ppm con respecto al año anterior, consolidando una tendencia alarmante que continúa sin señales de desaceleración. Sin embargo, en lugar de quedarnos en el terreno de la alarma, es momento de plantear soluciones desde donde más impacto puede generarse: el sector empresarial.

Lee también: Dow y Google impulsan el reciclaje de plásticos flexibles mediante inteligencia artificial en Latinoamérica

El aumento del dióxido de carbono en la atmósfera: una señal ineludible

El Observatorio Mauna Loa en Hawái lleva más de seis décadas monitoreando el nivel de CO₂ en el planeta.

Los registros actuales, conocidos por su precisión y consistencia, dan cuenta de un problema estructural: la quema intensiva de combustibles fósiles ha rebasado la capacidad de absorción de los sumideros naturales como bosques y océanos. En consecuencia, el dióxido de carbono en la atmósfera ha pasado de 280 ppm en la era preindustrial a más de 430 ppm en 2025.

Este fenómeno tiene implicaciones directas para el clima, la biodiversidad, los recursos hídricos y los sistemas productivos.

Los científicos estiman que si no se toman medidas drásticas, podríamos alcanzar las 500 ppm antes de 2055, una cifra sin precedentes en la historia de la humanidad.

Empresas como actores clave en la reducción del CO₂

Más allá de los informes científicos y los titulares alarmantes, las empresas tienen hoy una oportunidad histórica de liderar el cambio. La responsabilidad empresarial ya no se limita a la rentabilidad: incluye también el impacto ambiental y social.

De hecho, son múltiples los frentes desde los cuales se puede actuar frente al dióxido de carbono en la atmósfera:

  • Transición energética: Adoptar fuentes de energía renovable, como la solar y la eólica, en operaciones y cadenas de suministro.
  • Eficiencia industrial: Optimizar procesos para reducir el consumo energético y las emisiones asociadas.
  • Movilidad sostenible: Incentivar el uso de flotas eléctricas, infraestructura de carga y transporte compartido entre empleados y proveedores.
  • Captura y compensación: Invertir en proyectos de reforestación y tecnologías de captura de carbono para mitigar el impacto residual.

Además, hay un factor estratégico clave: la presión del consumidor y de los mercados está migrando hacia productos y servicios bajos en carbono. Ser parte activa de esta transformación no solo es urgente, sino también competitivo.

Medir para actuar

Una enseñanza clave del trabajo iniciado por Charles David Keeling en 1958 y continuado hasta hoy por su hijo Ralph es que lo que se mide, se puede gestionar.

La Curva de Keeling no solo es un registro científico, sino una advertencia permanente: cada año sin acción es un año perdido en la carrera climática.

Incorporar métricas de sostenibilidad en los indicadores corporativos, reducir la huella de carbono con base en datos y reportar de forma transparente los avances, son acciones que pueden escalarse rápidamente desde las empresas, generando impacto real.

Una nueva narrativa climática desde el sector privado

El récord del dióxido de carbono en la atmósfera es una noticia que no puede pasarse por alto. Pero también es una oportunidad para repensar el papel del sector productivo en la transición hacia una economía baja en emisiones.

La colaboración entre gobiernos, empresas y ciudadanos será esencial, pero las soluciones deben comenzar ya, y desde quienes tienen la capacidad de ejecutar grandes transformaciones.

Publicaciones Similares