COP30: los grandes jugadores y sus intereses en la cumbre climática de Belém
La 30ª Conferencia de las Partes de la ONU sobre el Cambio Climático (COP30) comenzó oficialmente en Belém, Brasil, con delegaciones de todo el mundo reunidas en el corazón de la Amazonía.
Durante dos semanas, diplomáticos, negociadores y líderes globales debatirán cómo enfrentar la crisis climática y, sobre todo, quién debe asumir los costos de la transición, según indica The Guardian.
La cita, que busca marcar un punto de inflexión tras los avances insuficientes desde el Acuerdo de París, ya exhibe tensiones entre las principales potencias y los países más vulnerables.
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Brasil: anfitrión y epicentro del debate
Elegir Belém, una ciudad amazónica de poco más de un millón de habitantes, como sede de la COP fue una apuesta arriesgada. Pero el presidente Luiz Inácio Lula da Silva quiere dejar huella, y ha repetido: “Esta será la COP de la Amazonía”.
Su iniciativa emblemática, el Fondo Bosques Tropicales para Siempre (Tropical Forest Forever Facility, TFFF), busca movilizar 125.000 millones de dólares para compensar a gobiernos y comunidades por mantener sus selvas en pie.
El proyecto, sin embargo, enfrenta dificultades: el Reino Unido se negó a aportar por ahora y otros países comprometieron montos muy inferiores a lo esperado. Pese a ello, Brasil insiste en convertirlo en un modelo global de financiamiento para la conservación.
Pero mientras lidera el discurso por los bosques, el país evita comprometerse con lo esencial: la reducción drástica de emisiones. Las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC), eje del Acuerdo de París, muestran un retraso alarmante.
Solo 60 países las presentaron a tiempo y, según la ONU, conducirían apenas a una reducción del 10% de emisiones para 2035, cuando se necesita un recorte del 60% para limitar el calentamiento a 1,5°C. A pesar de que las NDC no figuran formalmente en la agenda de COP30, Brasil no podrá esquivar el tema si aspira a que la cumbre sea considerada un éxito.

Estados Unidos: negacionismo y tácticas de presión
El presidente Donald Trump no viajó a Belém, pero su sombra planea sobre las negociaciones. En septiembre, durante la Asamblea General de la ONU, calificó la crisis climática de “la mayor estafa jamás perpetrada”.
Más allá de la retórica, Washington ha sido acusado de intimidar diplomáticamente a otros países en foros internacionales. En las reuniones de la Organización Marítima Internacional, EE.UU. habría presionado a delegaciones para bloquear un impuesto al carbono sobre el transporte marítimo, amenazando con sanciones comerciales y revocaciones de visas. El resultado fue la postergación de la medida por un año.
Durante su primer mandato, Trump había mantenido a Estados Unidos al margen de las COP. Esta vez, su administración se muestra más activa, aunque de manera obstructiva. Si el mandatario decide intervenir desde la distancia, los observadores anticipan “una COP turbulenta”.
China: pragmatismo y señales mixtas
El presidente Xi Jinping no asistirá en persona, pero su influencia será evidente. A diferencia del año anterior, China llega con una diplomacia más comprometida. Xi participó virtualmente en las reuniones preparatorias y mantiene una relación estrecha con Lula.
Pekín presentó su nueva NDC justo antes del inicio de la cumbre, cumpliendo la promesa del mandatario, aunque el contenido decepcionó: un recorte de entre 7% y 10% de las emisiones para 2035, muy por debajo del 30% recomendado por los científicos.
Sin embargo, la realidad económica de China muestra un panorama distinto: más de la mitad de su capacidad eléctrica instalada proviene de renovables y uno de cada dos vehículos vendidos es eléctrico. Además, sus exportaciones de paneles solares y turbinas eólicas han impulsado la transición energética global.
Expertos no descartan que China use la COP30 para anunciar medidas adicionales, como una estrategia de reducción de metano, que podría reactivar su liderazgo climático tras la ruptura con EE.UU. en ese frente.
India: entre el carbón y la energía limpia
El final caótico de la COP29 en Bakú todavía resuena en la memoria de los negociadores. India, que se negó a respaldar un acuerdo de financiamiento climático global, fue señalada como responsable del impasse.
El país defendió que las naciones ricas deben pagar la mayor parte del costo de la transición y que las economías en desarrollo mantengan el derecho a usar combustibles fósiles para crecer.
Las tensiones podrían ser menores en Belém, tras la visita de Estado del primer ministro Narendra Modi a Brasil en julio. India llega con una economía en expansión y un doble perfil energético: sigue siendo dependiente del carbón, celebró la producción de la “mil-millonésima” tonelada este año, pero al mismo tiempo es el tercer mayor productor de energías renovables del mundo, que ya representan casi la mitad de su capacidad instalada.
Modi busca proyectarse como defensor del “Sur global” y posible anfitrión de la COP33, una señal de su creciente ambición diplomática.
La Unión Europea: liderazgo bajo presión
En Bruselas, las divisiones internas retrasaron hasta último minuto la definición de la nueva NDC del bloque. Tras intensas discusiones, la UE acordó un rango de reducción del 66,25% al 72,5% de emisiones para 2035, con el objetivo de alcanzar 90% para 2040, respecto a los niveles de 1990.
El resultado fue criticado por ambientalistas como “insuficiente”, reflejo del auge de fuerzas populistas y del desgaste del consenso verde. Francia y Alemania, otrora motores del liderazgo climático, enfrentan presiones políticas internas, mientras que países del Este, como Hungría y República Checa, se oponen abiertamente a nuevas metas ambientales.
No obstante, la Comisión Europea podría buscar en Belém un acercamiento estratégico con China, especialmente en ausencia de Estados Unidos, para relanzar un eje global de cooperación climática.

Los Estados Insulares: la conciencia moral del planeta
La Alianza de Pequeños Estados Insulares (AOSIS) llega a la Amazonía con una agenda clara: exigir la aplicación efectiva del fallo de la Corte Internacional de Justicia, impulsado por Vanuatu, que reconoce la obligación de los Estados de proteger el clima y atribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero un daño jurídico.
Estos países, en primera línea de la crisis, buscarán también que la COP30 concrete avances en la “transición lejos de los combustibles fósiles”, una promesa del Acuerdo de Dubái (COP28) que sigue sin materializarse.
Además, presionarán por corregir las NDC insuficientes y establecer un camino hacia una mayor ambición climática.
Los países menos desarrollados: deuda y esperanza
Para los países menos desarrollados (LDC), asistir a Belém ya representa un desafío logístico y financiero. Muchos llegaron con delegaciones pequeñas, afectadas por los altos costos del alojamiento y el transporte.
Estos Estados, que sufren de manera desproporcionada los efectos del cambio climático, demandan que el financiamiento climático se convierta en realidad.
El “Camino de Bakú a Belém”, hoja de ruta presentada en la víspera de la COP, propone mecanismos innovadores como los “canjes de deuda por acción climática”, junto con subvenciones y fondos dedicados.
Su meta es clara: transformar las promesas de ayuda en programas concretos que permitan reducir la pobreza sin depender de los combustibles fósiles.
Un pulso decisivo en la Amazonía
La COP30 enfrenta un dilema de fondo: cómo mantener viva la meta de 1,5°C en un mundo dividido por intereses políticos, económicos y geoestratégicos.
Entre los discursos sobre justicia climática y las pugnas por financiamiento, la cumbre de Belém podría definir no solo el futuro de la Amazonía, sino el rumbo de toda la acción climática global.
Si Lula logra que esta “COP de la Amazonía” se traduzca en compromisos reales, y no solo en símbolos, Brasil habrá convertido el corazón verde del planeta en el epicentro de un nuevo pacto climático mundial.

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